El 3 de marzo de 1975 la Congregación General 32 (CG32) formuló la misión de la Compañía de Jesús como «el servicio de la fe, del cual la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta». Es el conocido como «Decreto cuarto» o «Decreto fe-justicia» que, a partir de aquel momento, ha configurado la manera de pensar y actuar de la Compañía de Jesús, convirtiéndose en una referencia fundamental para comprender las opciones personales e institucionales de los jesuitas.
Cuando se cumplen cincuenta años de aquel acontecimiento, el centro de estudios Cristianismo y Justicia, que es fruto directo de esta opción, publica «Fe y justicia. Celebrando nuestras raíces», donde el jesuita Patxi Álvarez de los Mozos revisita la génesis, el alcance y la vigencia del «Decreto cuarto». El autor describe cómo este decreto no surgió de la nada: las experiencias de contacto con los pobres de sacerdotes obreros y comunidades de inserción; el momento de renovación y apertura que supone el Concilio Vaticano II (1962-1965); la Asamblea de los obispos de América Latina en Medellín (Colombia), en 1968; o el Sínodo de Obispos de 1971, muestran una conciencia creciente de la necesidad de que la Iglesia trabaje a favor de la justicia como parte esencial del anuncio del Evangelio. Son los años de la Guerra Fría y del final de un proceso de descolonización que puso de relieve cómo la explotación por parte de los países ricos perpetúa la pobreza en los países subdesarrollados e incrementa las desigualdades globales. Al mismo tiempo, hay una efervescencia de la conciencia social y de los movimientos civiles que empuja a un cambio de estructuras, bajo la aspiración a un mundo más justo y más humano.
Es en este contexto que la Congregación General 32 de la Compañía de Jesús, bajo el liderazgo del P. Pedro Arrupe, aprobó el «Decreto cuarto», que entiende fe y justicia como un binomio inseparable. Como consecuencia, el trabajo por la justicia ya no es una tarea exclusiva de las obras sociales, sino que constituye un compromiso que afecta a la Compañía de Jesús en su globalidad, incluidas las instituciones educativas y pastorales. El Decreto subraya la necesidad de actuar sobre las estructuras sociales, económicas y políticas generadoras de abuso e injusticia: servir a los pobres y promover la justicia quedan unidos. Y esto implica denuncia y riesgo, como el mismo P. Arrupe advirtió en la CG 32: «La Congregación ha de estar dispuesta a asumir esta responsabilidad y a entrar por el camino de la cruz que, a veces, llevará consigo la incomprensión de las autoridades civiles y eclesiásticas y de los mejores de nuestros amigos». Adoptar este compromiso ha comportado el sufrimiento y el martirio para muchos jesuitas. Unos sesenta han sido violentamente asesinados por su compromiso con la misión en estos últimos cincuenta años.
La consecuencia más determinante del Decreto es, para Patxi Álvarez de los Mozos, situar a las víctimas en el centro de la misión y de la experiencia de fe. «Ya no se puede mirar la realidad ni leer el Evangelio sin hacerlo desde las víctimas ni actuar si no es a su favor». Asimismo, considera el autor, el binomio fe-justicia «impide una fe intimista, reducida a devociones y liturgias; al contrario, es una lanza hacia la comunidad y hacia la humanidad sufriente». La recepción del Decreto no estuvo exenta de dificultades, resistencias y tensiones. Algunos jesuitas temieron una identificación con la promoción del socialismo. Otros creían que esta opción desviaba la atención de las finalidades primordiales, que eran espirituales y eclesiales. También se dieron formas distorsionadas de poner en práctica el binomio, separando los dos elementos.
Pero el Decreto cuarto tuvo una gran capacidad de movilización dentro de la Compañía de Jesús. Dio un impulso a la creación y fortalecimiento de centros de investigación y estudio de la realidad social —como Cristianismo y Justicia—, a los centros de acción social y a las comunidades de inserción en barrios pobres. Las Congregaciones Generales posteriores han renovado y precisado esta opción por la fe y la justicia, con énfasis en la lucha contra toda forma de discriminación, el trabajo por los derechos humanos o la defensa del medio ambiente, cuestión que ya aparece en la CG 34 de 1995 y a la que se ha otorgado cada vez más relevancia, con una concepción de la ecología inseparablemente unida a la promoción de la justicia.
El autor
Patxi Álvarez de los Mozos (Bilbao, 1967) es jesuita, teólogo e ingeniero. Doctor en Estudios Internacionales e Interculturales por la Universidad de Deusto. Ha sido director del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús. También ha trabajado en la ONG Alboan y ha sido delegado de discernimiento y planificación apostólica de la Provincia de España.
El cuaderno se puede descargar aquí: Fe y Justicia. Celebrando nuestras raíces
Imagen: Congregación General 32 de la Compañía de Jesús. Fuente: Jesuit.Media